La construcción no es una isla separada del resto de la economía. Al igual que otros sectores debe adaptarse a una sociedad más líquida e implantar métodos colaborativos que potencian equipos en los que los diferentes roles no se encuentran enfrentados, donde todos los actores involucrados puedan decidir en fases tempranas sobre aquellos temas que les incumben e implicando al cliente como centro de todo el proyecto.

Un ejemplo de cómo gestionar las obras de forma colaborativa es el Lean Construction, un modelo que se está implantado progresivamente, y que unido a metodologías como el BIM y formas de relacionarse con clientes y proveedores como el IPD, hacen que la construcción viva hoy una pequeña revolución que le permitirá dejar de ser prácticamente la única industria que construye un prototipo sin haberlo ensayado previamente.

El BIM permite elaborar un modelo virtual de la obra y analizarlo de forma conjunta por parte de todos los actores que participarán en su construcción para evaluar su viabilidad, detectar los problemas que pueden surgir durante su ejecución y prever las soluciones necesarias. El objetivo es que las dificultades estén resueltas antes incluso de iniciar la construcción para poder trabajar sin sobresaltos y con un flujo continuado, lo que supone un importante ahorro de recursos materiales, económicos y de tiempo.

Alcanzar esta eficiencia es el propósito que se encuentra tras el concepto de Lean Construction, o construcción sin pérdidas, que consiste en la aplicación a lo largo del ciclo de vida de un proyecto de edificación de un sistema de gestión desarrollado inicialmente por la compañía Toyota en Japón durante la década de los cincuenta, para organizar el desarrollo de un producto, las operaciones a realizar y las relaciones con clientes y proveedores, con un menor esfuerzo humano, menos espacio, menos capital y menos tiempo para conseguir fabricar un artículo sin defectos y ajustado a los deseos del cliente.

La filosofía colaborativa del Lean Construction favorecerá nuevas forma de contratación. Es el caso de los Integrated Project Delivery (IPD), que implican desde el minuto cero a todas las personas, sistemas, estructuras y prácticas empresariales que se ponen en marcha al iniciar un proyecto para aprovechar al máximo el talento de todos quienes intervendrán en él para conocer sus puntos de vista y sus necesidades.

También está cambiando la forma de planificar las obras, con métodos como el Last Planner System, donde contratistas y subcontratistas se implican en la planificación, aportando los tiempos y los recursos de los que van a disponer, anticipando las necesidades de su trabajo y comprometiéndose semanalmente a cumplir con una serie de mediciones o unidades a entregar.

La eficiencia en la obra alcanza su cota máxima porqué permite eliminar gastos evitables y toda actividad que absorba recursos sin crear valor. Hablamos de minimizar situaciones como errores de producción que es necesario rectificar, supresión de pasos innecesarios en la cadena de producción, movimientos de trabajadores y de materiales de un lugar a otro de la obra sin ninguna finalidad específica, o de tener operarios en espera aguas debajo de una edificación porqué una actividad aguas arriba no ha sido entregada a tiempo o no satisface la expectativas del cliente.

El Lean Construction asoma como una nueva manera de entender el sector de la edificación. Hay mucha resistencia a una forma de gestionar la obra muy diferente a la tradicional; una desconfianza comprensible hacia un método que cambia la forma de trabajar, de comprar, de vender y de compartir la información. Un ejemplo es la escasa contratación IPD que existe en nuestro país. Hace falta tiempo para culminar un cambio radical en la mentalidad de empresarios, profesionales e incluso proveedores.

Pero no hay vuelta atrás. Las empresas que lo aplican gozan de una serie de ventajas competitivas en forma de mejor gestión del riesgo, una reducción de los plazos de entrega y una mayor calidad en la construcción final. Por eso el cambio es imparable y quienes que no se adapten a las exigencias que el trabajo colaborativo ya está implantando en el mercado, están condenadas al fracaso.


 

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