resumen

El 29 de julio de 2019 fue un día señalado. Fue el momento en que el mundo consumió todos los recursos naturales que el planeta le podía suministrar a lo largo del año pasado y todos los indicadores nos dicen que esta fecha nefasta irá acortando a lo largo del tiempo. Hoy viven en el planeta 7.300 millones de personas, que se convertirán en 8.500 en 2030, es decir, sólo en diez años. Y esto implica que la demanda de alimentos y de energía se incrementará de forma importante. De hecho, según cálculos publicados ya hace unos años por World SB 2014, este ritmo implicaría que en 2050 la edificación generara por sí misma todas las emisiones admisibles para limitar a dos grados centígrados el calentamiento global del planeta que prevén como máximo los organismo internacionales.
 
Hay que dar una respuesta que permita no hacer inviable la vida en la Tierra y esta respuesta se debe dar desde las ciudades, donde se prevé que hacia el 2025 vivan dos tercios de la población mundial. El problema radica en que las grandes urbes ya empiezan a dar signos de colapso a la hora de alimentar, educar o garantizar la salud de sus habitantes. El debate sobre la calidad del aire y del agua, el uso del suelo existente o el mantenimiento de la biodiversidad en el seno de las propias aglomeraciones urbanas pone de manifiesto el creciente protagonismo del sector de la edificación en la lucha contra el cambio climático.
 
De los datos que facilita la Unión Europea se desprende que la responsabilidad principal de la generación de CO2 recae en las centrales de energía que utilizan combustibles fósiles y que representan el 29% del total. Después vendría el transporte, con un 26%, la industria (19%), el funcionamiento de los edificios aportaría un 12%, seguido de los trabajos del campo (11%) y el tratamiento de residuos (3%).
 
Así, la lucha contra el cambio climático pasa, principalmente, por el uso de fuentes y recursos energéticos renovables, pero también tiene que venir de la mano de un nueva concepción del sector de la construcción para hacerlo lo más eficiente posible . Empezando por la misma concepción de las ciudades, que deben definir un planeamiento urbano capaz de establecer líneas maestras a partir de las que se regule un uso eficiente del suelo y se potencie un modelo de transporte no contaminante y una gestión de residuos capaz de potenciar su reciclaje y reutilización. Y siguiendo por el impulso de nuevas formas de construcción más limpias, capaces de crear edificios donde la emisión de los gases de efecto invernadero sea nula, que alcancen el máximo nivel de ahorro en el consumo de energía.

 

 

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